Otro
libro español, romántico (muy poco) y escrito por una mujer. El
argumento apunta buenas ideas, el arranque es interesante y muy
curioso, pero según avanza el libro empiezas a encontrarlo cansino,
repetitivo y sobre todo pedante. Pero pedante porque los personajes
los hace demasiado intelectuales, cargados de lecturas y
conocimientos sobre el arte y la literatura clásicos que lastran en
gran medida la lectura porque la autora se empeña en llenar de citas
de éste y aquel gran hombre que lo único que hacen es ralentizar y
cansar la lectura.
Juega
a confundir a la protagonista con un hombre del que nunca conoceremos
el nombre (el
hombre del sillón)
que resulta confuso a veces irreal y otras veces no sabes que palo
toca. Su lenguaje es más retorcido y envarado que Góngora.
Recargado y misterioso, repleto de referencias a eso o aquello, cada
frase está repleta de sentidos confusos o a veces de dobles
sentidos…
Los
secundarios en general son originales y se comportan con soltura y
buen tino a lo largo de la novela. Lástima que la autora se empeñe
en recargar las tintas sobre el conocimiento sobre el arte de los
iconos, la literatura decimonónica rusa, la filosofía de santo
Tomás y la teología… Un batiburrillo que unido a sus
comportamientos amanerados dan un fuerte tufillo a suficiencia,
vanidad y engreimiento.
Me
sentí decepcionado por el críptico final abierto que solo remata un
libro que se va estropeando según vas leyendo más y más páginas.
Paree
ser que no llevo una racha muy buena de lecturas.
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