Una novela de serie negra sobre un policiá de Ulan Bator (Mongolia) escrita por un autor frances especialista en literatura para viajes. Una curiosa mezcla que me llamó la atención. Es esa mezcla que parece destilar exotismo a la que no puedes resisitrte a pesar de no ser un gran forofo de la literetura policíaca.
Desde un principio el autor nos sorprende con una prosa ágil y clara que nos describe con claridad rotunda no sólo el desolado paisaje de las estepas, sino también la miseria y degradación de la ciudad moderna. Nos presenta a un protagonista quemado, una forense que vive entre las tradiciones de la estepa y la modernidad de su trabajo, una ayudante voluntariosa algo embobada de su jefe, un superior engreido y pedante... y así podía seguir presentando a la decena de personajes que logran su protagonismo en este libro.
El autor describe con pasión las viejas trdiciones que aun luchan por no perderse, nos muestra la corrupción sobre la que flota el mundo presente, los bajos fondos aparecen con toda su crueldad tanto en caliente como de la manera más fría y calculadora. No tiene ningún problema en mostrarnos la crueldad de algunos sucesos (con cierto desapasionamiento, casi frialdad quirúrgica), la realidad de las grandes multinacionales, de las respuestas que ofrece el nacionalismo, de la cruda vida de quienes apenas para vivir.
Todo va muy bien hasta que ya pasada la mitad del libro empieza a aparecer el rollo shaolín que es desde mi punto de vista lo que hace que pierda puntos este libro. Nos ha presentado una historia tan cruda y real que parece chorrear sangre, y de repente nos viene el giro artes marciales y eso...
En realidad es un libro que hay que leer despacio y saborear los pequeños detalles que te ofrece, intentar pasar por alto aquello que chirría e intentar descubrir quien es el gran jefe que mueve todos los hilos.
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